Visiblemente emocionado, sintiéndose el centro de la mirada del madridismo, Ancelotti, a duras penas podía contener la emoción. Me llamó la atención el hecho en sí, el verle con el corazón estremecido en una amalgama de sensaciones, durante su presentación, tratándose como se trata, de alguien que ha tenido emociones como entrenador y jugador en instituciones de gran prestigio. Pero el Real Madrid es otra cosa. Sigue siéndolo. Queremos ver en Ancelotti calma y sosiego para un lugar que produce fuego ululante; ganarse el consenso en un club de tan ingente complejidad resulta imposible, pero al menos el italiano cuenta con la confianza plena del Presidente. Se trata, de una apuesta personal de Florentino. Este dato no es modo alguno baladí, cuando hablamos de un club presidencialista: al presidente de turno siempre le costará más poner fin a una creencia personal. Ahora sólo falta ver cómo resuelve el nuevo técnico los debates pendientes. Según dijo, no parece ver en Modric un nuevo Pirlo, pues el croata necesita más campo para desarrollar sus capacidades (al contrario que el juventino, quien permanece más como vértice en el mediocampo). De Íker Casillas habló en términos elogiosos. Tengo el pálpito de que en relación con el portero, vamos a tener que hacer uso de aquella verdad suprema que formuló un cristiano en la Siria del siglo VI: "Condena el pecado y perdona al pecador".
Tampoco es que toque el cielo, la herencia de Mourinho, no es la que recibe Guardiola de Heynckes en el Bayern. La situación en Concha Espina es más negra; habrá muchos frentes abiertos y de índole diferente. Pensar, escoger y confiar. No le queda otra. Por ejemplo: ¿Coentrao o Marcelo? ¿Benzema, Morata, Jesé u otro? Dividir culpas, méritos y minutos no funcionaría ahora. El Real necesita protagonistas, porque Mourinho se ha ido y Ancelotti tiene que llenar su hueco. Y sus cracks necesitan protagonismo, porque llevan tres años en la sombra y la vida del jugador se acaba pronto. La solución única al doble conflicto es clara: los elegidos, sean quienes sean, deben ser los rostros de la derrota o la victoria. Del éxito o el fracaso. Deben sentir el derecho a fallar y la obligación de darlo todo. Lo de la competencia perfecta es muy bonito y meritocrático. ¿Cómo lo ordenará? ¿cuál será su sistema en el Madrid? Creo sinceramente, que ni él mismo lo sabe. El tiempo nos lo dirá.
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