Tiempo ha tenido Ancelotti durante estos años sabiendo que su destino estaba teñido de blanco, de haberse empapado de esa cultura madridista que todos parecen conocer y muy pocos demuestran entender. Un proceso en el que algunos se ponen a repartir carnéts de madridistas, para diferenciar entre los de verdad y los que quedan en simple pseudos, y a otros por buscar efectos modernistas que puedan darle lustre a la foto y la eterna pasarela. Ni esa vanguardia petulante, ni la reciente inquisición autodestructiva, encajan en lo que en principio representa Ancelotti. Su efecto, más bien, tiende a estar cerca de esa tercera vía que tanto se echa de menos en el S.Bernabéu.
Blog madridista creado por Emilio Alonso Avilés - Monitor y Entrenador de Fútbol Base
16 de julio de 2013
Comenzó la era Ancelotti - Zizu
Comenzó el Real Madrid de Ancelotti y Zizu, la apuesta personal de Florentino, aunque al italiano, ya le están dando más cera que a su antecesor. Ya hay un montón de vaticinios sobre la hipotética bondad que el
italiano va a tener con el vestuario, como si el simple hecho de ser el
sustituto de Mourinho sea garantía de blandura y acomodamiento, viene de formarse en banquillos en los que nadie espera a nadie. En los que los proyectos son resultados.
Tiempo ha tenido Ancelotti durante estos años sabiendo que su destino estaba teñido de blanco, de haberse empapado de esa cultura madridista que todos parecen conocer y muy pocos demuestran entender. Un proceso en el que algunos se ponen a repartir carnéts de madridistas, para diferenciar entre los de verdad y los que quedan en simple pseudos, y a otros por buscar efectos modernistas que puedan darle lustre a la foto y la eterna pasarela. Ni esa vanguardia petulante, ni la reciente inquisición autodestructiva, encajan en lo que en principio representa Ancelotti. Su efecto, más bien, tiende a estar cerca de esa tercera vía que tanto se echa de menos en el S.Bernabéu.
Vamos a ver, nadie asegura el éxito deportivo. Tampoco Ancelotti, pese a
haber ganado no poco a lo largo de su exitosa carrera como entrenador.
El mundo del fútbol es un mundo resultadista que tiene unas reglas. Y si
se gana, todo lo que era enrevesado pasa a resolverse por sí solo. Los
resultados juzgarán a Carlo, pero también han de juzgar a Mourinho. El
portugués es, sin duda, un técnico aparte, pero yo le considero tal por
su gestión en otros equipos, no por su trabajo en nuestro club. Aquí,
si analizamos su trabajo globalmente, decepcionó y se vio incapaz de
resolver problemas que le vinieron anchos. No digo que por ello deba
tener una gélida sensación de culpa irreparable. Para nada. El hombre
hizo lo que pudo. A mí, además, su continuidad me habría parecido
correcta. Pero de lo que disiento frontalmente es del sentimiento de
nostalgia que ha dejado en paralelo a su marcha.
Sinceramente, una Liga, una Copa, y una Supercopa en tres años, no me parece un saldo que
merezca tanto amor incondicional. Los mourinhistas pueden defender el
legado de su ídolo, pero la realidad habla con una claridad rotunda:
contó con un plantillón, al cual él añadió los retoques que quiso en
cada momento (Adebayor, en invierno; Coentrao, por un precio que no
valía; Modric...), tuvo más poder deportivo que ningún otro antes y se
cargó a Jorge Valdano. Casi todos estábamos seguros de que nos llenaría
las vitrinas de títulos, pero los hechos desmintieron nuestras
predicciones. Incluso su último partido importante, que conllevó la
pérdida de la Copa en nuestro propio estadio contra un equipo
tremendamente inferior a nosotros, resultó ultrajante hasta un punto
inadmisible. ¿Y si Ancelotti fracasa?. Pues eso significará que Ancelotti lo ha hecho mal, no que
Mouriño y sus títulos merezcan la nostalgia de los madridistas.
Tiempo ha tenido Ancelotti durante estos años sabiendo que su destino estaba teñido de blanco, de haberse empapado de esa cultura madridista que todos parecen conocer y muy pocos demuestran entender. Un proceso en el que algunos se ponen a repartir carnéts de madridistas, para diferenciar entre los de verdad y los que quedan en simple pseudos, y a otros por buscar efectos modernistas que puedan darle lustre a la foto y la eterna pasarela. Ni esa vanguardia petulante, ni la reciente inquisición autodestructiva, encajan en lo que en principio representa Ancelotti. Su efecto, más bien, tiende a estar cerca de esa tercera vía que tanto se echa de menos en el S.Bernabéu.
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